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La Mujer WoDaaBe

por Susana Callizo.

 

Graduada en Antropología social y cultural, y redactora de la revista digital Anthropologies.

 

 

En una noticia de julio de 2015 los medios publicaban un artículo con el titular: "Wodaabe, la tribu en la que las mujeres tienen el poder y todos los maridos que quieren". La conclusión precipitada que uno saca al leer algo así es que las mujeres WoDaaBe ostentan el poder político dentro del grupo, derivado de la poliandria. Incluso en algunas noticias se hacía referencia a que la mujer tiene el poder precisamente porque elige a su marido y porque goza de libertad sexual. En ocasiones, la información puede dar lugar a equívocos y a falsas concepciones e interpretaciones, por lo que debe contrastarse.

 

Una de las antropólogas que más ha estudiado a esta etnia es la islandesa Kristín Loftsdóttir. A juzgar por los trabajos y análisis que ha realizado, tendría mucho que decir acerca de tal titular.

 

Pero antes de meternos de lleno en sus conclusiones, vamos a presentar brevemente esta comunidad tan llamativa como apasionante.

 

Los WoDaaBe son un subgrupo del pueblo Peul o Fulani, gran grupo étnico semi sedentario. También se les conoce como Bororo (no confundir con los Bororo de Brasil) o Mbororo. A diferencia del resto de Fulani, se trata de un pueblo nómada pastoral que se mueve por las sequedades del Sahel, en el sur de Níger, aunque también llegan hasta Nigeria, Camerún, Chad y República Centroafricana. Hablan la lengua Fula y no tienen escritura, practicando la tradición oral.

 

WoDaaBe significa "gente de los tabú". Se rigen por un estricto código moral y de comportamiento llamado Pulaake, en que destacan los valores como la discreción, la modestia, la paciencia y la fortaleza, entre otros.  Ejemplos de prohibiciones son no mirar directamente a los ojos a alguien al saludarlo, no coger la mano de la esposa en público por el día, llamarla por su nombre o dirigirse a ella de una manera personal. Tampoco los padres deben hablar directamente con su primer o segundo hijo ni llamarlos por su nombre.

 

Los WoDaaBe tienen un gran respeto hacia las relaciones humanas, la belleza física y el entorno natural del que dependen. Se trata de un pueblo pacífico, hospitalario y no agresivo.

"Somos como pájaros en el bosque", decía un anciano. "Nunca nos asentamos, y no dejamos rastro de nuestro paso. Si hay extraños que se acercan demasiado, volamos a otro árbol".

Los WoDaaBe se autodenominan el pueblo más hermoso del mundo. Los hombres suelen llevar túnicas y turbantes azules o blancos. Las mujeres llevan vestidos de tela oscura, con faldas largas hasta la rodilla y muchas joyas. Se practican al menos seis orificios en las orejas, donde colocan grandes aros de oro o plata. También lucen brazaletes en los tobillos que les hacen dar “pasos de vaca”, muy apreciados en esta cultura pastoril. Llevan el pelo largo, que cardan en una especie de gracioso rulo sobre la frente. Se pintan los ojos con lápiz negro y dibujan en la cara diseños florales y geométricos muy imaginativos. Llevan tatuajes faciales en la frente, barbilla y bajo las sienes, pudiendo consistir en escarificaciones.

 

 

 

En cuanto a la religión, practican un sincretismo combinando una vaga fe en Alá como dios supremo y una firme creencia en los espíritus de la naturaleza y sus ancestros.  

 

Varias ceremonias y fiestas forman parte de sus tradiciones. El Cure Salée es una fiesta que se realiza en Níger, concretamente en la villa de In Gall, donde cada año los WoDaaBe, los árabes y los Tuareg se reúnen para celebrar el término de las lluvias y el crecimiento de pastizales en el desierto. Aquí se inician las caravanas de la sal que cruzarán el Sahara en busca de este mineral.

  

 

Días después del Cure Salée, se celebra una de las fiestas más increíbles entre los WoDaaBe: el Worso. Se trata de una fiesta en la que los miembros de cada linaje se encuentran para celebrar nacimientos, matrimonios y bautizar a los niños:  los WoDaaBe no los nombran al momento de nacer, pues creen que el espíritu de la muerte no ve a los niños sin nombre.

 

Tiempo después comienza el Geerewol, una gran y colorida danza en la que los hombres, la belleza y el encanto son los protagonistas. El Geerewol permite a hombres y mujeres buscar lazos fuera de su linaje.

 

Mediante danzas y cantos los hombres buscan seducir a través de demostraciones de talento y belleza. Los hombres se maquillan resaltando los dientes y los ojos utilizando arcillas de colores del desierto, huesos machacados de garcetas y lápiz negro. Para fomentar su atractivo usan perfumes elaborados a partir de plantas del desierto.

  

 

Además se visten con sus mejores ropas y un turbante blanco para comenzar una danza donde a través de muecas, movimientos de ojos y labios, bizqueos, muestra de sus dientes e inflado de sus mejillas se haga alarde de su hermosura. Los hombres se disponen juntos en línea recta, hombro con hombro, desplegando todo su encanto durante  horas, donde además de belleza se miden su fuerza y destreza.

 

 

Tres juezas, elegidas por su belleza y linaje, deben escoger al más hermoso a través de un gesto sutil con el brazo.

  

 

Sin duda se trata de una de las celebraciones más vistosas y coloridas que existen. Y es cierto que tres mujeres eligen a tres hombres para pasar la noche con ellos, o incluso para casarse. Pero no  debe basarse toda la estructura sociopolítica de los WoDaaBe en una sola ceremonia. Veamos cuál es su organización y qué papel desempeña la mujer.

 

Se trata de sociedades descentralizadas, sin estado, basadas en la familia extensa patriarcal. Varias decenas de parientes integran el grupo: los hermanos varones, sus esposas, los hijos y los ancianos, que viajan incesantemente a pie, en camello o en burro. Solo permanecen unos días en cada lugar. Siguen el patrón organizativo que ya describió Evans- Pritchard para los Nuer: durante la temporada seca se disgregan mientras que, en la lluviosa, se reagrupan. Se trata de una estrategia adaptativa para maximizar las posibilidades de supervivencia.

 

Se dividen en dos linajes básicos, con origen en dos hermanos (Ali y Degi). Cada linaje se divide en segmentos cada vez más pequeños, estando cada segmento dirigido por una autoridad, el ardo. Esta figura hace de enlace con el gobierno, ayudando con la recaudación de impuestos. Además posee autoridad para resolver disputas entre los miembros de los linajes. Influye también en la toma de decisiones sobre las migraciones y los movimientos estacionales. Se trata de una posición tradicionalmente heredada del padre al hijo varón primogénito, aunque existen excepciones. Otra figura de autoridad la conforma el lamido, la cual no estuvo exenta de numerosos problemas durante la época colonial.

 

Se practican dos tipos de matrimonios: el matrimonio de conveniencia o kobgal, y el de mutuo acuerdo o teegal. El matrimonio de conveniencia suele llevarse a cabo mediante pactos entre los padres cuando los novios son todavía muy jóvenes. Son pactos para aumentar el prestigio social del linaje y en los que el amor no interviene. Un aspecto interesante es la diferencia que existe entre las esposas de los distintos matrimonios. La esposa kobgal tiene derecho a la leche de las vacas, la teegal no. La primera puede ejercer ese derecho porque sus padres le han ofrecido esas vacas al marido al unirse en matrimonio pactado. La segunda no puede ejercer el mismo derecho sobre la leche de esas vacas, aunque el esposo puede darle vacas que haya comprado o adquirido por otros medios.

 

El Geerewol supone una versión legalizada del robo de esposas, ya que las mujeres permiten ser robadas por los hombres que ellas eligen, tanto si son solteras o solteros como casadas o casados. La esposa robada, en caso de estar casada y tener descendencia, deberá dejar a sus hijos con su primer marido. De esta forma se garantiza la herencia paterna a la vez que se facilita la formación de nuevas parejas.

 

Existe una marcada división sexual del trabajo. En sus incansables viajes, las mujeres deben transportar sus pertenencias. Ayudadas por burros, llevan aquí y allá camas, alfombras, los vestidos ceremoniales y los cotidianos, sus utensilios de cocina, las calabazas, los sacos con semillas de mijo, las crías de los animales y sus propios hijos. Son ellas también las encargadas de construir su casa. Su existencia está repleta de ocupaciones. Cuando los hombres regresan al campamento después de atender el ganado, se relajan tomando un sabroso té. Mientras, ellas ordeñan las vacas, acarrean agua, leña para el fuego y buscan alimentos cuando la leche escasea. Su papel es opuesto y complementario al del hombre. Están orgullosas de los callos de sus manos, signo de su laboriosidad.

 

Bien es cierto que un hombre sin esposa es un hombre sin casa. La casa y los objetos que hay en su interior son propiedad de la mujer, y por ello, ella es responsable de su transporte. La riqueza del hombre se mide en la cantidad de cabezas de ganado e hijos que tiene. La de la mujer, en la cantidad de calabazas que posee. Sin embargo, el cabeza de familia siempre es un hombre. Se trata de una comunidad patrilocal en la que existe además división sexual del espacio. La casa WoDaaBe (wuro) está formada por varias unidades (suudu). Cada suudu pertenece a una esposa y está formada por una cama y una mesa, junto con las demás pertenencias que pueda tener (entre otras, las calabazas, que suelen usarse también como elemento decorativo de la casa). Cada mujer pasa la mayor parte del tiempo dentro de su casa o alrededor de ella. Allí recibe a amigos y familiares. El esposo decide dónde construir el wuro, cómo y con quién.

 

El Pulaake establece muchas prohibiciones entre los WoDaaBe. Muchas de ellas se refieren a las mujeres: Uno de los tabús es limitar estrictamente el contacto físico entre la madre y su hijo salvo para amamantar.

 

Existe la poliginia y la poliandria. Las mujeres solteras gozan de libertad sexual y tanto solteras/os como casadas/os pueden encontrar amantes u otros cónyuges en la fiesta del Geerewol.  Sin embargo, no es acertado afirmar que el poder descansa en las mujeres por este motivo. Sigue siendo una sociedad patrilocal, con cabezas de familia varones, cuya autoridad máxima es la figura de un hombre, etc. Por un lado, las adolescentes, denominadas surbadjo, disponen de una completa libertad sexual. Pueden mantener relaciones sexuales con cualquier hombre (amantes ocasionales o con un novio) siempre que respeten el tabú del incesto. Esta fase está orientada a favorecer los embarazos exogámicos.

 

El problema reside en que esta libertad se acaba con el embarazo. En cuanto la joven está gestante, se celebra rápidamente el matrimonio con su esposo oficial y la mujer pasa a ser una bofido, que  quiere decir “la que ha cometido un error”. Entonces desaparece completamente de la escena social durante una larga etapa, en la cual se convierte en un ser invisible incluso para los de su propio linaje. Lleva el cuerpo y la cabeza cubiertos de tela negra, no puede llevar ningún adorno, no puede saludar ni mantener relaciones sexuales, todo lo cual constituye un enorme sacrificio en esta cultura alegre y vistosa.


La joven deja entonces la casa del marido y vuelve con sus padres. Durante dos o tres años no ver
á a su esposo ni a los familiares de éste. También permanece recluida durante las fiestas anuales. Cuando termina ese período se convierte en yaridjo, es decir, en mujer casada. Entonces ya puede vestir nuevamente ropas de colores y reanudar el trato social. La yaridjo aún permanecerá uno o dos años más en casa de su madre. En ese período ya puede visitar al esposo pero no con su hijo. Se trata de un verdadero rito de paso que sigue la estructura de separación - fase liminal o margen - agregación. Lo que busca es asegurar el compromiso de la mujer con el hogar. Con el encierro pasa de mujer accesible a esposa.r

 

Para “in-corporar” (siguiendo a Pierre Bourdieu) este tránsito, para marcarlo corporalmente, la mujer se ve sometida a un largo y doloroso proceso que deja caídos sus pechos para siempre, tirando de ellos hacia el suelo. Con esa práctica se señala simbólicamente el fin del deseo sexual del varón hacia ella y su dominación. Loftsdóttir afirma que la gran libertad sexual de que gozan las adolescentes no es ningún símbolo de su independencia y del poder femenino en esta sociedad. Por el contrario, se erige en condición para asegurar su dominación posterior.

 

 

 

Referencias:

http://www.abc.es/internacional/20150708/abci-wodaabe-tribu-mujeres-varios-201507081213.html

http://www.njas.helsinki.fi/pdf-files/vol10num3/kristin.pdf

http://jpe.library.arizona.edu/volume_8/Loftsdottir01.pdf

https://arizona.openrepository.com/arizona/bitstream/10150/110100/1/azu_gn1_a785_n14_81_98_w.pdf

http://mujeresparalahistoria.blogspot.com.es/2014/08/el-universo-femenino-entre-los-wodaabe.html?m=1

https://commons.m.wikimedia.org/wiki/Category:Wodaabe

http://www.nairaland.com/1018361/wodaabe-people

https://www.youtube.com/watch?v=3jCmEJ64bOU

http://culturasdelatierra.blogspot.com.es/2010/09/bororos-o-wodaabes.html

http://anthropotopia.blogspot.com/2014/08/gerewol-el-festival-del-amor-en-el.html

DVD Planeta Humano BBC: Desiertos. National Geographic. Vol. 164, número 4.



 

SENTINEL DEL NORTE

 Susana Callizo Fernández

Graduada en Antropología social y cultural, y redactora de la revista digital Anthropologies

 

En noviembre de 2018 los medios se hacían eco de la muerte de John Allen Chau, un estadounidense de 27 años que se definía a sí mismo como “explorador de corazón”. Su sed de aventura unida a sus firmes creencias religiosas le llevaron hasta la isla de Sentinel del Norte, en el Archipiélago de Andamán y Nicobar, situado en el Golfo de Bengala. El Gobierno de India prohíbe acercarse a menos de cuatro kilómetros de la isla, por lo que John Chau llegó a ella con la ayuda de pescadores locales. Según la policía, intentó llegar en varias ocasiones, hasta que finalmente se despidió de los pescadores pidiéndoles que llevaran a un amigo suyo las notas que había tomado. A la mañana siguiente, el cuerpo de John yacía muerto en la playa.

El antropólogo británico Alfred R. Radcliffe-Brown pasó dos años (1906-1908) en el archipiélago, publicando en 1922 ‘The Andaman Islanders’, donde afirmaba la imposibilidad de realizar un trabajo satisfactorio sobre los Jarawa, Onge y Sentineleses debido a las dificultades del lenguaje.

Al antropólogo indio Trilok Nath Pandit le llevó más de dos décadas establecer contacto con los Sentineleses y los Jarawa. Como producto de sus investigaciones, se publicaron algunas obras como ‘The Sentinelese’ (1990) y ‘The tribal and non-tribal in Andaman Islands: A historical perspective’ (1985).

 

La antropóloga india Madhumala Chattopadhyay estudió durante seis años a las tribus del archipiélago, publicando en 2001 ‘Tribes of Car Nicobar’En 1989 escribió ‘Meeting the Sentinel islanders. The last known of the Andaman hunters-gatherers’ junto a T.N. Pandit.

 

Si ni siquiera profesionales de la Antropología se vieron capaces de establecer contacto fácilmente, es impensable que personas no formadas en la disciplina y sin experiencia puedan hacerlo de forma satisfactoria en unos pocos días. Lo ocurrido en Sentinel es un reflejo del impacto del pensamiento occidental y su ansia de imponer, colonizar y llevar “la verdad” a todos los rincones del planeta. Una “verdad” que durante siglos ha causado estragos en las más variadas culturas, sobre todo entre los pueblos indígenas, produciendo aculturaciónmigraciones forzosas, dominación, desarraigo y rotura de la estructura socialhomogeneización, expolios, además de contagio fatal de enfermedades que ha diezmado poblaciones. La ignorancia y la falta de respeto hacia las decisiones de otros pueblos tienen desenlaces como el del caso que nos ocupa en este artículo. Ese deseo de creernos en posesión de la verdad, de mostrar las bondades de nuestro modo de vida o de nuestras creencias y de imponer el “buen camino” a otros pueblos debería tener ya los días contados. Lamentablemente, este pensamiento desarrollista supremacista no tolera ni comprende que en este siglo aún haya comunidades cuyo modo de vida no sea el industrial, que no practiquen tal o cual religión y que quieran mantenerse fuera de los márgenes del sistema globalizado. Y a todo esto se une otro aspecto colateral de la globalización: el turismo neoliberal para el que no existe ningún tipo de frontera, en el que todo está permitido y que persigue ansioso imágenes y selfies allá donde nadie (¿Nadie? ¿Seguro?) o muy pocos han estado. Son los que creen ser los nuevos “Doctor Livingston” o “Thomas Cook”, viajeros “influencers” de las redes sociales, pero sin la más mínima formación ni conocimiento sobre aquello que se van a encontrar.

Los Sentineleses, los Jarawas, así como el resto de pueblos indígenas que viven en aislamiento voluntario en todo el planeta han dejado claro que no desean contacto con el mundo exterior. Pero en muchos casos, se sigue insistiendo: bien por la curiosidad que genera algo tan “exótico” para algunos, bien porque los recursos medioambientales de su entorno son objeto de ambiciones empresariales y gubernamentales o porque se considera que son pueblos atrasados que deben evolucionar. Y yo me pregunto, ¿en qué sentido hablan de evolución? Los pueblos indígenas viven en total armonía con el medio, son autosuficientes y están completamente adaptados (siempre y cuando no se interfiera en sus territorios). ¿Acaso esto no es evolución humana? Sin embargo, nuestra forma de pensar mezcla conceptos y nos lleva a confundir evolución con progreso y progreso, con progreso económico (en el cual no se prioriza al humano). No podría ser de otra manera, teniendo en cuenta que vivimos bajo el yugo de una economía neoliberal globalizada y globalizante que no permite disonancias de ningún tipo. Llamarlos atrasados no es sino una excusa que se viene usando desde tiempos coloniales y con más fuerza desde 1949 cuando en su discurso el presidente estadounidense Truman pronunció con fuerza ante el mundo la palabra “subdesarrollo” y legitimó la subyugación inmediata de dos terceras partes del planeta en favor de políticas desarrollistas (¿desarrollo? El occidental, ¿supongo?).

La “domesticación” de lo llamado “salvaje” todavía está muy presente en este pensamiento colonialista. Los prejuicios, el desconocimiento, la falta de interés por conocer y respetar a otros pueblos conducen a verlos como protagonistas de una foto fija en el tiempo, estáticos, prístinos, primitivos o paleolíticos, con un modo de vida que no ha cambiado desde hace miles de años. Pero es imposible que un pueblo haya mantenido intactas todas las características de su estilo de vida a través de tanto tiempo. Nada es estático, todo sigue un proceso y todo cambia. Que haya cambiado menos o de forma diversa no debería convertirlos en objeto de sensacionalismos. Titulares mediáticos como “La tribu más inexplorada del planeta”, “La tribu más hostil del mundo”, “La tribu más peligrosa del mundo que no conoce la civilización”, “Los últimos cazadores-recolectores” demuestran este pensamiento del que hablo, el cual probablemente siga siendo más estático que los modos de vida de estos pueblos indígenas. El lenguaje influye en la “realidad”, cuando no la crea y la construye. Cada vez que sale en prensa una comunidad de cazadores-recolectores parece ser la última del mundo, teniendo en cuenta que actualmente comunidades con este estilo de vida habitan territorios en cuatro de los cinco continentes. Por otra parte, cómo saber si estamos hablando de la tribu más inexplorada o más aislada del planeta si ni siquiera tenemos constancia de absolutamente todos los pueblos indígenas que probablemente existan. Por último, los calificativos de hostil y peligrosa podrían muy bien aplicarse a la tan aclamada civilización de la que tanto se hace alarde.

Pero, veamos qué hay detrás de este aislamiento voluntario y de esa supuesta falta de contacto con la civilización.

No se sabe con certeza cómo llegaron a Sentinel del Norte. Algunos afirman que proceden de una de las migraciones que se produjeron desde África hacia Asia aproximadamente hace 55.000 años. Otros piensan que provienen de naufragios de barcos que transportaban esclavos africanos. Cierto es que la ruta marítima del comercio que cubrían los barcos procedentes de África e India en su camino hacia China pasaba por el Canal de Diez Grados y por el Estrecho de Malaca. Lo que sí se sabe es que los Sentineleses se encuentran entre las escasas tribus asiáticas que pertenecen a los pueblos ‘negrito’, con una afinidad étnica considerable con otras dos comunidades aborígenes: los Semang de Malasia y los Aeta de Filipinas. Los Sentineleses son considerados una de las tribus más aisladas y menos conocidas del planeta (pero no es ni la más aislada ni la más desconocida, como si estuviera en el top del ranking. ¿Por qué se tiende a comparar y jerarquizar todo?)

Se han producido breves visitas a Sentinel del Norte por parte, primero de británicos, y más tarde de indios. Los Sentineleses, sin embargo, han conseguido defender sus costas del influjo de la civilización con el uso de arcos y flechas. Han dejado claro en varias ocasiones que no les gustan las visitas, rechazando durante años el contacto y los regalos que el gobierno indio les hacía llegar. La primera vez que aceptaron dichos regalos fue en 1991. Sus vecinos, los Jarawa, los llevan recibiendo desde 1974. Lamentablemente, los Jarawa han vivido peor suerte desde hace más de un siglo: han tenido que enfrentarse a secuestros, asesinatos, incendios y saqueos llevados a cabo por los británicos. Además de esto, fueron ocupados por los japoneses sufriendo bombardeos durante la Segunda Guerra Mundial, la construcción de la carretera Andaman Trunk Road ha hecho mella en su territorio, sufren contagios de enfermedades, la caza furtiva afecta a sus recursos, etc.

En cuanto al tipo de “regalos” que se facilitan a los Sentineleses, cada dos meses se les lanzan cocos (no nacen en la isla pero les encantan), plátanos, piezas de hierro y herramientas. También se les deja caer tela de color rojo, la cual es abandonada en la playa a diferencia de los Jarawa, que la recogen y es usada por las mujeres.

Según el testimonio del antropólogo T.N. Pandit, quien llegó a la isla el 26 de abril de 1967, los Sentineleses vivían en chozas temporales. Pudo ver que en cada una de las cuatro esquinas de cada casa había un fuego y que cada fuego estaba cercado por palos colocados en vertical para prevenir incendios. Además de para iluminar, usaban el fuego para protegerse de las alimañas. Alrededor de las cabañas había cráneos de la especie de cerdo endémico local así como otros muchos objetos, algunos de ellos de plástico. En ese momento, los Sentineleses se mantenían ocultos en la selva. En contra de la postura de T.N. Pandit, los oficiales de policía que formaban parte de la expedición autorizaron a coger artefactos de los indígenas dejando a cambio más “regalos” en las cabañas. Entre los artefactos había un ajedrez de madera que ahora se encuentra en el Museo de Antropología de Port Blair (capital del archipiélago de Andamán y Nicobar). No se ha clarificado si es una obra realizada por los Sentineleses o llegó a sus costas desde el mar.

En el año 1974 tuvo lugar un acercamiento a la isla, pero respondieron con flechas como advertencia. Se tomaron fotografías por primera vez y se dejaron regalos en la playa. Entre ellos un cerdo, que fue alanceado por un hombre y enterrado en la arena durante la noche sin ser consumido.

El 4 de enero de 1991, T.N. Pandit y sus colegas se encontraron con 28 hombres, mujeres y niños Sentineleses en la costa de la isla, esta vez sin armas. Aprendieron que la ropa no tiene mucho sentido para la tribu, quienes intentaban desnudarlos para descubrir qué es lo que querían ocultar tan misteriosamente debajo. Así, durante 24 años de encuentros fallidos en los que los indígenas los recibían con armas o dándoles la espalda y sentándose en cuclillas  simulando defecar, progresivamente se fueron mostrando menos hostiles y más juguetones. Al final, los antropólogos ya practicaban el saludo sentinelés: sentarse en el regazo de un amigo y darse palmadas activamente en la nalga derecha.

Hasta los estudios de Radcliffe-Brown no se distinguía a los Sentineleses de los Jarawa, habitando estos últimos en Andamán del Sur. Describe en su obra una especie de refugio comunal de planta rectangular, con el techo soportado por tres filas de pequeños postes. Dentro de él, doce hogueras y cada una de ellas con una plataforma hecha de palos para conservar la comida. Según sus observaciones, dormían en el suelo encima de algunas hojas, y enterraban a los niños dentro de la cabaña, colocando como ofrendas nautilus y otras pequeñas conchas encima de sus tumbas. También describe cómo los Sentineleses habrían construido canoas diferentes de las de otros pueblos cercanos adaptadas a los arrecifes poco profundos que rodean la isla. Además de flechas, arcos y lanzas para cazar cerdos salvajes y lagartos monitor, utilizaban cestas para recolectar fruta en la selva, cubos de madera para recoger miel y redes para pescar. Todo ello hecho a mano por ellos.

Se desconoce con qué nombre se designan a sí mismos y cómo se organizan socialmente, pero se sabe que llevan una vida semi-nómada dentro de la isla. En cuanto al fuego, se asegura que no saben producirlo, pero sí mantenerlo. También se ha hablado de que ya conocían el metal antes de que se les facilitara desde el aire, el cual transformaban en puntas para sus flechas. Parece que el mar les provee de más cosas aparte de alimentos. Los naufragios y los desechos que terminan en el mar acaban llegando a sus costas.

Desde que el ser humano se gana la vida en la Tierra, el 99% de este lapso hemos sido cazadores-recolectores, los últimos pocos miles de años, agricultores y ganaderos, y los últimos pocos cientos, trabajadores de una sociedad industrial. De acuerdo a ello, el 60% del total de los humanos hemos sido cazadores-recolectores, el 35% agricultores y ganaderos, y solo el 5% hemos sido testigos del estilo de vida de la sociedad industrial.

Los Sentineleses llevan décadas viendo aviones, objetos ajenos a su territorio, restos de naufragios y basura que arriban a su isla, etc. Ha habido y hay contacto, pero solo en un mínimo sentido. Ellos no quieren un contacto permanente, desean mantener sus costumbres y vivir aislados de forma voluntaria. ¿Por qué no dejar que sigan así? Nuestra concepción occidental del mundo es solo una interpretación más en un enorme mosaico de culturas, constructos culturales que obedecen a una cosmovisión concreta. No conocemos la interpretación que los Sentineleses tienen del mundo, ni cuál es su cosmovisión, pero sí sabemos que desean seguir en su isla, practicando su modo de vida, y que no quieren extraños que puedan suponer una amenaza. ¿Seremos capaces de respetarlos?

(Artículo originalmente publicado en www.anthropologies.es)

 

REFERENCIAS:

-        Shelton, D., Vaz, A., Huertas, B., Camacho, C., Bello, L.J., Colleoni, P., Proaño, J., Mahecha, D., Franky, C.E. (ed) y la Unión de Nativos Ayoreo de Paraguay e Iniciativa Amotodie (2012). Pueblos indígenas en aislamiento voluntario y contacto inicial. IWGIA e IPES.

-        https://www.nytimes.com/2017/05/05/world/asia/anthropologist-india-andaman-island-tribes.html

-        http://www.pierreevald.dk/misc_files/andaman.htm

-        https://www.independent.co.uk/news/world/islanders-running-out-of-isolation-tim-mcgirk-in-the-andaman-islands-reports-on-the-fate-of-the-1477566.html

-        https://www.survivalinternational.org/tribes/sentinelese

-        https://www.survival.es/articulos/3111-preguntas-respuestas-pueblos-indigenas-aislados

-        https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-46298826

-        https://www.independent.co.uk/voices/american-missionary-john-chau-killed-arrow-sentinel-island-india-christianity-a8650856.html

-        http://www.probashionline.com/madhumala-chattopadhyay-first-friendly-contact-with-the-sentinelese-jarawa-andamans/

-        Imagen 1: https://es.wikipedia.org/wiki/Isla_Sentinel_del_Norte

-        Imagen 2: https://www.eslang.es/conocer/no-son-hostiles-solo-dicen-dejanos-en-paz-habla-triloknath-pandit-superviviente-en-sentinel-del-norte_20181127-n.html

-        Imagen 3: http://www.probashionline.com/madhumala-chattopadhyay-first-friendly-contact-with-the-sentinelese-jarawa-andamans/